Rafael Osoria

PARTIDOS POLITICOS, LEALTAD, VICIOS Y VIRTUDES

POR RAFAEL OSORIA.

La pregunta me viene provocada por un breve comentario de mi amigo Raúl Pérez Frías en su Programa la Clave de NY, hace ya más de algunos días: «La lealtad«, dice el título, «no es una virtud, es el enemigo de la ética en el puesto de trabajo, en política y en la amistad«. Y da sus argumentos: no es una virtud o un vicio, sino una tendencia, un temperamento, una compulsión, que lleva a pasar por alto los crímenes de los líderes y a aplaudir sin límite sus actos de heroísmo; que lleva a los miembros de las Cúpulas de su Organización Política a actuar de forma irracional al diseñar esquemas de votaciones para sus primarias donde se erigirían los representantes de su Partido al próximo torneo electoral, racionalizar las malas conductas de sus dirigentes, que lleva a los miembros de una organización a contemplar la metástasis de sus tumores cancerígenos sin hacer nada por detenerlos.

Vale. Pero, como decían los escolásticos, donde no hay distinción hay confusión. La lealtad es una virtud humana. Por tanto, como decía Aristóteles, es un término medio entre dos errores. Término medio no significa mediocridad, sino eso, excelencia, fuerza, que eso es la virtud. Y debe estar moderada por la prudencia. Porque lealtad implica capacidad de discernimiento, lucidez y coraje. Y todo eso falta en los ejemplos que pongo en este trabajo.

La lealtad es un término medio entre el servilismo y deslealtad (y no quiero pelearme con nadie sobre palabras). La lealtad dice referencia a una organización o comunidad; de alguna manera, se opone a individualismo, el que solo sabe atender a sus cosas, que se despreocupa de los demás. Lealtad supone algún vínculo o lazo: lealtad a la familia, a la patria, a la empresa, al club deportivo… La elevación y el perfeccionamiento espiritual de la persona no es el resultado de doctrinas abstractas, sino que requiere instituciones: la familia, la patria… Por eso es opuesta al individualismo. Supone también tiempo, duración… Uno no es leal en un momento determinado, sino a lo largo del tiempo; o mejor, puede mostrar su lealtad en un momento porque la vive es cada momento.

¿Por qué debo ser leal a algo o a alguien? Porque tengo unos lazos, unos compromisos, implícitos o explícitos. Soy leal a mi Organización Política no porque tengo un contrato de trabajo que va más allá de dedicar unas horas al cambio de nada. Uno aprecia un bien en la pertenencia a una comunidad, y asume las obligaciones que ese bien lleva consigo. Hay compromisos adquiridos voluntariamente (con la comunidad o con el club), y otros naturales (con la familia, la patria, comunidad). Es una forma de limitar mi libertad a fin de conservar y conseguir ese bien, que es, en este caso, un cierto bien común (de la familia, de la comunidad, de la fuerza Política que pertenece el dirigente en común…). Es absolutamente necesaria en la vida social: un grupo de desleales, egoístas, individualistas, no será nunca una comunidad.

¿Qué falla en los casos mencionados al principio? Una concepción errónea del bien o del objeto y, por tanto, del compromiso. La lealtad a la mafia no es lealtad a un bien que merezca ese nombre. Ni la lealtad al Partido cuando esta roba, maltrata o se comporta criminalmente. Lealtad a la patria, por lo que tiene de bien la comunidad, no por lo que hace mal. Lealtad a los que mandan, porque hacen posible el bien de la comunidad, no en la medida en que no lo hacen. Lealtad, por tanto, implica sentido crítico (lealtad a qué o a quién, por qué y para qué). Detrás de algunas lealtades hay, en el fondo, egoísmo: soy leal a mi jefe Político, aunque sea un indeseable, porque me conviene.

Lo expresa bastante bien el autor del artículo que he comentado al principio: «el reto es mover a las organizaciones, no hacia la lealtad a las personas, sino hacia la lealtad a los primeros principios«. Pero matizaría: lealtad a los bienes compartidos, no a los principio. Porque añade: «Estos principios incluyen transparencia, integridad, responsabilidad…». Y, la verdad, no me siento atraído por la transparencia del Partido en cuestión, sino por el bien que supone el hecho de que forme parte de esa comunidad de personas que es la política que debe ser transparente, íntegra, responsable. Y eso será prueba de que no merece mi lealtad.

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