María Fernanda está tan satisfecha con lo logrado que no pierde tiempo en decir: “No cambiaría nada de lo que he vivido, porque todo lo que pasamos nos lleva adonde estamos”.
María Fernanda tiene dos hermanos por parte de madre, y tres por parte de padre. Su infancia no fue nada fuera de lo normal, aunque admite que la relación con su madre no era muy buena, reconoce que gracias a su esfuerzo, no le faltó nada. “Ella siempre trabajaba para sustentarnos”. Lo admite.
La mujer que nació y creció en la provincia San Cristóbal, aunque su familia es ocoeña, recuerda que allí vivió hermosos momentos. “Realicé mis estudios primarios y secundarios hasta el segundo del bachillerato, en instituciones públicas donde aprendí, me divertí y conocí a Yanna Santiago, que es la hermana que la vida me regaló”. Muchas veces, mientras conduce su camión, la añoranza asalta su mente y a ella llegan los juegos infantiles, su escuela, sus amistades y la comida de su madre, pero no deja de ser feliz por lo que le ha tocado vivir.
María Fernanda Garabitos Báez se deleita, inclusive, hablando de cómo ha transcurrido su vida encima de un tráiler, «calle arriba y calle abajo», como se dice en su amada República Dominicana. La distancia más larga que ha recorrido ha sido de 4,000 millas en una semana.
Hasta hace pocos días, vivía en su camión. Hacerlo no le resultó difícil. “Yo me fui de mi casa cuando era una adolescente y me casé a los 18 años, allá en mi país, República Dominicana. A los 20 años vine a Estados Unidos con mi esposo, y vivíamos en el tráiler que él trabajaba. Era algo nuevo para mí y había cosas a las que no me acostumbraba. Nos íbamos a un gimnasio a bañarnos. Gracias a Dios, después de un tiempo nos mudamos a una habitación”. Ironía de la vida. Nunca pensó que viviría de este trabajo y que volvería a “residir” en un camión.
Pero antes de llegar a este punto, la protagonista de esta historia probó las “verdes y las maduras”. Debía ayudar a su esposo con los gastos y empezó a buscar trabajo. Es una joven hermosa y sabía que tenía potencial para ser modelo o actriz. “Pero no funcionó por más que fui a casting”. No se detuvo. Había que ganar dinero y por eso trabajó en supermercados, vendía ollas y hacía todo lo que estuviera a su alcance para sobrevivir.
Después de cuatro años de matrimonio, se divorció porque la relación no daba para más. Alquiló una habitación, pero cada día todo le resultaba más difícil. “Viví una situación muy grave. Me refugié en el alcohol y el vicio me atrapaba cada vez más. Atravesé por un largo proceso de depresión y de carencias. Había momentos en los que no tenía ni un dólar para comer”. Recordar esta parte la pone triste, pero al mismo tiempo la hace sentir orgullosa de haber tomado la decisión de echar hacia delante.
Precisamente, ella decidió contar su historia porque entiende que no importa qué tan profundo sea el hoyo en el que hayas caído ante una situación difícil, “decidirte a salir de él es lo que cuenta”. Lo habla con determinación.