El beisbolista japonés Shohei Ohtani de 29 años, que firmó el pasado mes de diciembre el contrato más grande en términos económicos de la historia del deporte, ha anunciado repentinamente por redes sociales que se ha casado.
No se conocía la identidad de su pareja, tampoco ahora, ni siquiera su existencia, la prensa nipona especulaba acerca de una posible relación con una jugadora de la selección japonesa de voleibol. La sorpresa ha sido mayúscula y su dicha, dice, también.
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“A todos mis amigos y fans de todo, tengo un anuncio que hacer”, inicia su corto manifiesto, que va, como una pelota en el deporte que reina, directa al bate. “No sólo he comenzado un nuevo capítulo en mi carrera con los Dodgers, sino que también he comenzado una nueva vida con alguien de mi país nativo de Japón, que es muy especial para mí y quería que todo el mundo supiera que ahora estoy casado”, deja por escrito; luego se despide: “Estoy emocionado por lo que ha llegado y gracias por vuestro apoyo”, reza el mensaje.
Este anuncio se produce un día después del primer partido de exhibición de Ohtani en las filas de su nuevo equipo, Los Ángeles Dodgers. Y no ha tardado en demostrar por qué su contrato tiene tantos ceros: ha dejado al público con los labios arqueados y opuestos, rompiendo el récord de diámetro bucal, y los ojos abiertos, simulando dos gongs chinos, tras realizar un home run en tres turnos.
Idéntica expresión facial aportaron los seguidores del béisbol norteamericano y mundial cuando, el pasado mes de diciembre, se puso fin al culebrón de su futuro equipo con un fichaje materializado en un contrato que es, simple y llanamente, el más voluminoso de la historia del deporte.
Tal y como desveló en su momento Jeff Passan, periodista de ESPN, la cifra que percibiría el nipón asciende a los 700 millones de dólares por 10 años, cuantía que no supone la mayor nómina en términos mensuales pero que, en efecto, sí que merece el codiciado título si se atiende a la cifra en su totalidad. No es por justicia poética, sino por mérito deportivo. Es decir, por inercia vital. Como todo.