La vejez dominicana

La vejez dominicana

Susi Pola

El pasado primero de octubre se conmemoró el Día Internacional de las Personas de Edad, grupo etario en el que nos encontramos confirmando que los asuntos de vejez importan mucho si se llega a estas edades.

La fecha pretende recordarnos el cambio demográfico que sufre la población mundial y la necesidad de poner atención en que, cada vez somos más las personas adultas mayores las que andamos por ahí transformando las estructuras sociales en el mundo.

La esperanza de vida al nacer en la República Dominicana en 2024, dice la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), es una media de 75.10 años, con una diferencia entre géneros: 72.38 años para los hombres y 77.89 años para las mujeres, situación que invita a adecuar programas desde el Estado en el ámbito de los cuidados, abarcando una serie de necesidades de asistencia remuneradas o no, entre otras muchas cosas.
Hay que saber que una vida larga trae oportunidades para la sociedad en su conjunto si se promueven políticas de reconocimiento en la juventud y la madurez, de hábitos traducidos en calidad de vida en la vejez, cuando las personas contribuimos de muchas maneras con nuestras familias y nuestras comunidades.

La desigualdad político-social y económica en que vivimos hace que no todas las personas envejezcamos igual, muchas son víctimas de sus condiciones de vida y de la misma cultura discriminadora y exclusiva con una serie de interseccionalidades que van desde el lugar donde toca vivir hasta el sexo.
Para las mujeres, mitad de toda la gente, existen desigualdades a lo largo de la vida que se agravan en la vejez por ser mujer y por ser adulta mayor, arrastrando formas de exclusión que nos hacen más vulnerables, con mayores dificultades para el acceso a servicios sanitarios, pensiones y beneficios sociales, de los pocos que hay en el país.

La diferencia de género va mucho más allá del tema de distribución de población por sexo, no existe igualdad de condiciones en el punto de partida.

En nuestro país, mientras el adulto mayor -si tiene suerte y ha trabajado- que no es la mayoría en este país, maneja niveles básicos de seguridad social -seguro de salud y jubilación- la mujer envejeciente la mayoría sin historia laboral, paridora y cuidadora, será dependiente de su familia y de la cultura invisibilizadora para ella.

Sería el momento de generalizar las pocas políticas para el envejecimiento que hay en nuestra población, y de hacerlo bien: en el continuo de vida, desde la prevención y en igualdad.

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