Un carguito no es el nombre e’ fulanito

Por Mileydi Montero.

Hay que tener un desenfrenado e inimaginable elevado nivel de enajenamiento emocional, vacío existencial y deterioro neuronal para andar exponiendo un puesto político, profesión o función administrativa en la institución que sea, como su referente personal y/o autodefinición de su calidad humana.

El ser humano que se permite caer en el abismo del autoconcepto de su integridad basado en las simientes de sus logros intelectuales, académicos, socioculturales y/o laborales, es un muerto en vida cargando con la insoportable cruz de la ridiculez en su máxima expresión como su eterna prenda de vestir.

El autorretrato de un sujeto estigmatizado en “Un Carguito” o “Un CV” como su único espectro de meritocracia donde todos los demás deben asumir su valor como ser humano, es un diáfano reflejo de mediocridad, pobreza mental y espiritual.

Seguimos repasando el capítulo, de la película “Yo Era Fulanito” y no terminamos de aprender, que aunque a Fulanito se transforme en el Carguito, el Carguito no define la esencia de Fulanito.

 

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