El terremoto de magnitud 7,6 que sacudió la costa oeste de Japón el día de Año Nuevo deja, hasta este miércoles, 206 fallecidos. Ocho de ellos murieron en centros de evacuación a causa de heridas y enfermedades.
Esos decesos no estuvieron causados directamente por los sismos, los incendios o los deslaves. Ocurrieron en lugares supuestamente seguros.
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“Las presiones y el estrés de vivir en un lugar al que no se está acostumbrado causan este tipo de muertes”, dijo Shigeru Nishimori, funcionario de catástrofes en la prefectura de Ishikawa, la más afectada.
Alrededor de 26.000 personas cuyas viviendas quedaron destruidas o fueron consideradas no seguras siguen en escuelas y en otros refugios improvisados. Hasta las lluvias y las nevadas leves pueden causar deslaves cuando la tierra ha soportado más de 1.000 réplicas en 10 días. Las viviendas medio derruidas pueden ceder del todo.